Podemos averiguarlo a través de estudios como Food Thinking.
La consultora alemana de diseño e innovación Gravity elaboró este informe tras dos meses de trabajo de campo en su país, Reino Unido y España. Entrevistas y encuentros con cocineros, expertos y simples ciudadanos les llevaron a algunas conclusiones interesantes sobre tendencias futuras y presentes en nuestra relación actual con los alimentos, como el exhibicionismo en internet, la simplificación en la cocina o la falsa creencia en la naturalidad de lo comemos.
«La comida es un tema que nos importa y nos fascina a todos«, explica desde Munich Markos Grohmann, uno de los autores de Food Thinking. «No hay casi ninguna interacción social sin que esté por medio, y si piensas en cuánto tiempo empleamos cada día en comprar, cocinar, almacenar o comer… Queríamos averiguar qué está pasando en este momento en el paisaje gastronómico europeo y qué vendrá, y pensamos que el estudio podría ayudar a quitarnos de encima ideas anticuadas sobre la forma en que comemos y pensar de una forma más abierta sobre lo que ponemos en nuestros platos«.
Existen tendencias comunes a las tres naciones, que el equipo de Hoenle ha sintetizado en cinco puntos. Food is bling, el primero, se podría traducir como «la comida es ostentación»: no somos lo que comemos, somos lo que los otros ven que comemos. La comida es un culto y se ha transformado en un nuevo símbolo de estatus, y de ahí nuestra obsesión por alardear de ese restaurante que nadie conoce o esa receta maravillosa en internet.
La comida miente, pero nos gusta es la segunda conclusión del estudio. Con sus constantes evocaciones a lo casero y lo natural, productores y vendedores se esfuerzan en transmitir una imagen de autenticidad y de felicidad que casi nunca se corresponde con la realidad. El tercer punto tampoco anima mucho al optimismo: en La comida necesita simplicidad, se retrata un panorama de vagancia generalizada en el que cada vez exigimos menos complicaciones a recetas, electrodomésticos, productos o servicios. «Estas afirmaciones están basadas en lo que hemos visto en restaurantes, casas, tiendas, cocinas y granjas. Son una versión no filtrada de lo que condiciona el paisaje de la comida. Más que pesimistas, nosotros diríamos que invitan a la reflexión«, defiende Grohmann.
«Un ultramarinos moderno de Berlín pretende ser de los viejos tiempos». / GRAVITY
Las dos siguientes conclusiones son, en cualquier caso, algo más positivas. La comida es el bricolaje para todos los públicos apunta una idea reveladora: la cocina es el último refugio de la artesanía, lo único que un ciudadano medio puede producir con sus manos en esta época. El gran interés que despierta en la actualidad se debe precisamente a eso, a que ofrece un tipo de gratificación inexistente en otros campos de nuestra actividad cotidiana.
La quinta idea sobre el presente de Food Thinking plantea un desafío: La comida puede ser transparente. ¿Lo eres tú? Basada en conceptos como la temporalidad, la proximidad o lo ecológico, transparencia significa saber de dónde vienen los alimentos y cómo han sido producidos. El problema es que esa información puede no resultar muy apetecible. Si analizáramos nuestras neveras y conociéramos la granja donde se ha criado el pollo que vamos a asar o los extraños componentes de ese 30% que no es cerdo del fiambre con el que nos vamos a hacer el bocata, ¿preferiríamos vivir en la ignorancia?
Conceptos de la gastronomía del futuro
La parte más vistosa del informe se compone de Conceptos, productos o servicios del futuro que los autores imaginaron tras su investigación. So Not es una marca ficticia que reniega de los exotismos y apuesta por vender alimentos de proximidad de manera honesta a la par que estilosa.
Convenience 2.0 suena apetecible: una aplicación para pedir que te traigan a casa los ingredientes justos para hacer una receta que ves en internet. Así te evitas el marrón de la compra pulsando sólo un botón (y pagando después, claro).
Pommes des Terre une comida y moda. Unas vulgares patatas se convierten en producto de lujo tras ser recogidas a mano, escrupulosamente seleccionadas y empaquetadas como joyas. Huele a provocación… pero tampoco parece demasiado lejano de algunos envoltorios de alimentos que ya existen.
«Aliméntame… y luego cómeme». Es el lema de Happy Meat, una marca a través de la cual conoces y crías a la vaca cuya carne te acabaras zampando. Me recuerda un poco a Jamones 2.0.
Por último, Still Good es un compartimento dentro de los contenedores donde puedes dejar comida que aún esté en buen estado, pero que no vayas a consumir porque tienes demasiada, porque te vas de viaje o por cualquier otro motivo. Así se evita que las personas necesitadas tengan que escarbar en la basura. Un concepto muy de actualidad pero que no sé sabemos gustaría demasiado a algunos responsables políticos empeñados en candar los contenedores.
Crees que estos conceptos se harán realidad? Opina en los comentarios.